En aquella época su ciudad, Alejandría, tenía la biblioteca más grande del mundo. Ella tenía la suerte de que su padre era el director de aquel lugar maravilloso, y creció rodeada de papiros que hablaban de filosofía, matemáticas, filosofía y naturaleza.
Aprendió tanto que con el tiempo ella misma se convirtió en maestra y después directora de la biblioteca, fue la filósofa más importante de la escuela neoplatónica de Alejandría.
Le fascinaba el universo y construyó un instrumento, el astrolabio, con el que calcular la posición del Sol, la Luna y las estrellas en cualquier momento.
Pero tuvo la gran desgracia de vivir en una época complicada, en pleno auge del cristianismo, los extremistas no soportaban que una mujer fuese profesora, que no vistiera de manera tradicional y decorosa sino que usara túnica como los maestros varones, y sobre todo odiaban que quisiera mantener la religión fuera de la institución que dirigía.
Pero ella se negó a renunciar a sus ideales de conocimiento aunque ello le acabó costando la vida.
Cuando la Biblioteca de Alejandría se incendió, se perdieron todos sus escritos, sin embargo sus lecciones eran tan célebres que sus alumnos la mencionaban continuamente en sus escritos, y gracias a ellos la conocemos hoy en día.
"Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de forma errónea es mejor que no pensar"
(Alejandra Martínez, 3º A de Primaria)
(Alba Extremera, 5 años de infantil)
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